Lope de Vega es el mayor poeta del amor. Ningún otro se le aproxima, ni de lejos, en variedad, intensidad, ternura, apasionamiento y belleza. «El verdadero amante» (Ediciones Insólitas) es el primer estudio dedicado exclusivamente a Lope de Vega y el amor.
ELENA OSORIO
Elena fue el primer amor de Lope, y el más importante. Se conocieron de muy jóvenes, se enamoraron perdidamente, pero Elena, hija de un empresario teatral, lo dejó por otro joven de buena familia, rico y poderoso. Furioso, Lope la insultó públicamente y acabó en la cárcel. Saldría desterrado del Reino y de Madrid, su ciudad, por varios años. Lope, que había convertido su vida amorosa en un «reality», no olvidaría nunca aquella herida. Una y otra vez la puso en escena, hasta la larga y bellísima «acción en prosa» «La Dorotea», su obra maestra, y, con el «Banquete» de Platón, el tratado sobre el amor más importante que se haya escrito. La volvió a contar luego en «La Gatomaquia», con los tres protagonistas disfrazados de gatos, madrileños como no podía ser menos.
BELARDO
A Lope le gusta inventarse seudónimos: el gato Marramaquiz, el poeta pobre Tomé de Burguillos, el Reverendo Padre Gabriel Padecopeo. Le encantaba reírse de sí mismo –algo raro en los escritores– y creaba así imágenes, emociones y peripecias nuevas. Belardo es el más significativo. Aparece sobre todo en su juventud y en su primera madurez y da vida al Lope más importante: el enamorado. En cuanto Belardo aparecía en escena, o en un poema, el público sabía que estaba ante su ídolo ejerciendo lo que mejor sabía hacer: seducir, padecer, escribir poesía… amar, en una palabra. Por eso mismo, Belardo es también un retrato moral, psicológico y a veces filosófico del amor según Lope.
POESÍA
El amor ocupa un lugar crucial en la vida y la obra de Lope. Nadie como él se ha esforzado tanto y tan intensamente por comprenderlo y definirlo. La poesía es de hecho el lenguaje natural del amor, y como el amor es inconcebible sin explicarse a sí mismo sus razones y sin comunicarse a la persona amada –y en realidad al mundo entero–, toda su obra es una celebración del amor. Y el amor, el amor a su público y el amor femenino, es el motor de su investigación estética: Lope escribe siempre para alguien, en acción, y por eso no le gusta el arte que se encierra en su propia contemplación. En contra de la leyenda de improvisador, pocos poetas hay tan conscientes de los medios estéticos puestos en juego para cumplir con el proyecto que se ha propuesto. «Amor me enseñó a escribir», dice Lope. En realidad, «Amor escribe».
CELOS
Son el reverso oscuro del amor y, para Lope, su contrapartida inevitable. Si amor es deseo de posesión de lo bello, al deseo lo mueve la imaginación. Por eso el amor no puede nunca satisfacerse con lo que se le da y siempre buscará algo más, algo escondido, indescifrable, que llevará a los amantes a la desconfianza, a la ansiedad y a la insatisfacción perpetua. No hay amor sin celos, por tanto, y por eso la promesa de felicidad que formula el amor se estrella tantas veces en este universo oscuro en el que los amantes se infligen padecimientos sin cuento. Amor también es trágico. Por eso Lope dedicó algunas de sus mejores obras a advertir contra el amor.
PLATÓN
El amor nos entreabre la puerta para encontrarnos con nuestra verdadera naturaleza. Por eso mismo, nos pone en el camino de conocer un mundo distinto: el de las ideas puras, allí donde conocemos la verdad: verdad eterna, universal, ajena a las contingencias y al deseo. Nunca es más romántico Lope como cuando se enfrenta a esta ambición sabiendo –al tiempo– que no será capaz de apartar el deseo que le lleva a otro universo, muy ajeno a esa suprema idealización. Un gran personaje de «La Dorotea» representará como nadie este estado de espíritu contradictorio. Lope, que siempre se esforzó por demostrar su asombrosa erudición, estaba orgulloso de sus muchas definiciones poéticas del amor. Entre las más hermosas están los poemas, hiper intelectuales, que cantan como pocas veces se ha hecho la intensidad del amor platónico, casto, despojado de cualquier deseo material.
MARTA DE NEVARES
Será uno de sus amores más intensos y largos. De excepcional belleza, culta, como la sociedad española de la época, Marta de Nevares, que salía de un matrimonio desgraciado y violento, inspiró a Lope algunas de sus grandes obras, como las maravillosas «Novelas a Marcia Leonarda». Fue su compañera cuando el poeta era ya sacerdote. Compartió con él los años de madurez, cuando el genio de Lope crea algunas de las cumbres del clasicismo español. Su muerte, después de una dura enfermedad, inspiró a su amante poesías tan bellas como el ciclo de las barquillas en «La Dorotea».
MATRIMONIO
Lope se casó dos veces: de muy joven con la joven Isabel de Urbina y con Juana Guardo, hija de un empresario madrileño, más tarde. Las dos son mujeres discretas, cuya relación con el torbellino creador y amatorio que era Lope no conocemos bien. Sabemos que Lope quiso mucho a Isabel, a la que cuidó en su enfermedad. De Juana habla, las escasas veces que lo hace, con respeto y cariño. Sin duda le proporcionaron afecto y estabilidad. Lope supo agradecérselo. Ningún otro poeta ha descrito el amor conyugal, y familiar, con la elegancia, el lirismo y la autenticidad con la que lo hizo él.
NIÑOS
Los niños son un gran sujeto poético desde la antigüedad y Lope, que continúa la tradición, lleva el género a alturas nuevas. El dramaturgo quiso a los muchos hijos que tuvo de sus varias aventuras y sus dos matrimonios. Los crió, los educó y se esforzó, a costa de muchos sacrificios, por proporcionarles una vida digna. También hizo de ellos uno de sus grandes motivos poéticos. Los niños, efectivamente, son el fruto del amor, aquello que le da sentido. También son la garantía de estabilidad del amor conyugal y la encarnación misma de esa inocencia, ese estado natural que el amor nos hace posible recobrar como lo mejor de nosotros mismos. El amor es cosa de jóvenes, como sugiere Belardo, pero Amor es niño. Impredecible y genial como es, tiene el poder de esclavizar a aquellos de los que toma posesión.
DESEO
Lope es un realista y sabe la dificultad de separar el impulso amoroso del deseo. Lo que los amantes buscan, en su obra, es siempre lo mismo: el mayor placer que el ser humano puede llegar a alcanzar en vida. Aquí todo vale y el espacio entero –las praderas, los portales, las esquinas, los coches o las carrozas– aparece erotizado, incendiado por el deseo. Nada hay más atractivo para Lope como encender el deseo amoroso femenino. Ese es el objetivo de toda su poesía y la idea de conseguirlo vuelve loco, literalmente, al poeta. También sabe que el deseo es peligroso. Abre un camino que puede conducir, y que lleva muchas veces, a la bestialidad, a la violencia y a la tiranía, como en «Fuenteovejuna». El amor nos puede llevar a recobrar nuestra verdadera naturaleza, pero no hay sendero sencillo en este punto: el deseo nos conduce también a la destrucción y al horror. Y una vez saciado, también corre peligro el amor. De ahí el papel de los celos.
EL AMOR DE DIOS
Lope es de los grandes poetas religiosos de la literatura española, uno de los que con más intensidad ha recreado la fe, la confianza en Dios. Es lógico: si la poesía es la lengua del amor, también es una forma de hablar con Él y de intentar comprender ese amor inexplicable, por su infinita generosidad, que es el amor de Dios. Lope no llega al misticismo, pero al esforzarse por comprender ese amor, se encontrará en un lugar nuevo: no ya el del amante, que siempre había sido el suyo, sino el de la persona amada que ha de hacer el esfuerzo de dejarse amar por su Creador. El proceso de aceptación de este amor lleva al poeta a imaginar su gratuidad y su pureza absolutas. Lope escribirá algunas de sus más bellas poesías al plasmar el nacimiento de Jesús: la Poesía hecha Carne.